Comienza preparando la pasta, para ello llena una olla con abundante agua, añade sal al gusto y un chorro de aceite de oliva y pon a hervir a fuego alto. Cuando hierva, incorpora la pasta y cocina hasta que esté al dente removiendo con frecuencia para que no se pegue. Una vez lista cuela y reserva.
Mientras el agua hierve y la pasta se hace, prepara la salsa de tus macarrones gratinados. Pela y pica la cebolla en trozos pequeños, pela la zanahoria y córtala en cubos y corta también el ajo en pequeños trocitos. Reserva.
Añade aceite a una sartén y lleva a fuego bajo, cuando esté caliente añade la cebolla y deja cocinar por 3 minutos. Luego incorpora el ajo y la zanahoria, salpimienta y cocina hasta que la cebolla esté transparente.
Cuando la cebolla esté en el punto deseado, agrega el tomate natural triturado, retoca de sal y pimienta y deja que tu salsa se cocine a fuego bajo durante 20 minutos. Remueve de vez en cuando durante la cocción y prueba para ver si es necesario retocar de sal o pimienta.
Enciende el horno a 200 ºC para que se vaya precalentando. Una vez que la pasta y la salsa de tomate estén listas, deberás mezclar ambos ingredientes. Para evitar que la pasta quede seca te sugerimos añadir a esta mezcla media taza de leche, removiendo todo bien para luego colocarla en una bandeja apta para el horno.
Si buscas un resultado más cremoso, entonces tras colocar los macarrones en la bandeja, añade una capa de bechamel por encima. Puedes saltarte este paso si lo prefieres y servir esta pasta solo con la salsa de tomate. En cualquiera de los dos casos, remata con una generosa capa de queso parmesano por encima.
Mete en el horno y deja gratinar durante 10 minutos o hasta que el queso esté derretido y dorado. Saca tus macarrones gratinados del horno, deja reposar 5 minutos y luego sirve ¡verás como todos se chupan los dedos!