Tamiza la harina en un cuenco y haz un volcán en medio, en el cuál vas a echar el azúcar, mezclando bien ambos ingredientes.
Mientras bates, vas a ir agregando agua, hasta que se vaya formando una masa con bastante consistencia, que te costará de batir con unas varillas eléctricas o el utensilio que estés utilizando.
De modo que ponte un poco de harina en las manos y comienza a trabajar la masa manualmente, hasta que la puedas manejar bien. Haces una bola, que recubres papel film y metes un par de horas en la nevera para que coja cuerpo.
Mientras gana consistencia, iremos preparando el relleno, para ello tendrás que pelar todos los pistachos. El chocolate blanco tiene que estar blando, de modo que o lo derrites en el microondas y par de minutos o lo dejas a temperatura ambiente un rato para que se ablande.
Cuando esté listo, lo pones en el vaso de la batidora, junto con la leche condensada y los pistachos. Bate hasta obtener una crema de color verde bien densa.
La masa ya tendría que haber reposado lo suficiente, de modo que enharina una tabla de madera grande y comienza a amasar con el rodillo.
Esparce la mantequilla, también a temperatura ambiente, y la mezclas bien, ayudándote con las manos, con la masa. Vuelve a darle otra pasada de rodillo y notarás que ahora te cuesta mucho menos manejarla.
Haz diversos triángulos, de no muy gran tamaño, y los rellenas con la crema de pistacho que has preparado.
Enrrolla el croissant y les haces una incisiones en la parte superior, para darle la apariencia del vórtice. Otra forma de hacer es que, cuando los has enrrollarlo, ir haciendo giros con las manos, pero eso puede hacer que te cargues el croissant y el relleno se salga, de modo que hazlo con cuidado.
Bate la yema del huevo, pinta los croissant y al horno por unos 15 minutos a 200º C.
