Ante de empezar debemos limpiar las sardinas si no las hemos comprado ya así. Puedes quitarles la cabeza si lo deseas. Nosotros las hemos dejado para darle una mejor presentación a nuestro plato.
Si decides dejarle la cabeza tenemos que hacerles un corte para quitarles las agallas. Abrimos la sardina por y con los dedos retiramos las vísceras.
A continuación podemos quitarles las escamas, raspando las sardinas con la ayuda de un cuchillo. Aunque si queremos que la piel sea más fácil de retirar, también las podemos dejar.
Para terminar de limpiar las sardinas, las enjuagamos bien bajo el grifo, hasta que veamos que el agua sale limpia por completo. Las colocamos en una escurridera o colador para que se sequen bien, con un poco de sal por encima.
Ponemos la plancha a calentar, con apenas una cucharada de aceite o menos. Si no tienes una plancha, también puedes utilizar una sartén normal. Simplemente tenemos que poner el mínimo aceite imprescindible para que las sardinas no se nos peguen.
Comenzamos a hacer las sardinas a fuego medio por tandas y dándoles la vuelta hasta que estén doradas (tardan unos 2-4 minutos dependiendo lo grandes que sean). A medida que se vayan haciendo las sardinas, las pasaremos a una fuente.
Ahora prepararemos la salsa: Pelamos los ajos y los cortamos en cuatro trozos, y lo ponemos en el vaso de la batidora junto con el perejil y un chorrito de aceite y una pizca de sal.
Batimos bien hasta que quede todo integrado y se haya formado una salsa. Si vemos que está demasiado líquido, añadimos algo de perejil. Si por el contrario está muy espeso, echamos un poquito más de aceite.
Rociamos las sardinas con la salsa de ajo y perejil que acabamos de preparar (si hemos dejado las escamas, podemos reservar un poco para volver a echarla cuando les quitemos la piel). Podemos adornar la fuente con el limón cortado a rodajas, y colocadas alrededor.
¡Y esto es todo! Ya podemos degustar estas riquísimas sardinas con ajo y perejil. ¡Esperamos que te haya gustado esta receta!