Esta receta la puedes preparar con alcachofas en conserva o frescas. Si vas a usar la primera opción es importante que las laves y escurras antes de usarlas, así estarás eliminando el exceso de sodio y conservantes que suelen traer.
Si las vas a usar frescas, ten preparado un recipiente con agua fría y el zumo de un limón. Pela las alcachofas hasta quedarte solo con la parte blanca que es el corazón, corta las puntas y aplana un poco la base. En la medida que vayas terminando, sumérgelas en el agua, así evitarás que se oxiden.
Llena una olla con agua, suficiente como para cubrirlas y agrega una cucharada de sal y la hoja de laurel. Cuando rompa a hervir agrega las alcachofas y cocina por 20 minutos o hasta que se ablanden. Retíralas del agua y ponlas a escurrir boca abajo sobre un paño limpio de cocina.
Lava el cebollino, retira la primera piel y córtalo bien pequeñito. Trocea las alcaparras y el salmón ahumado. Reserva.
Agrega el queso Philadelphia a un cuenco y mézclalo con las alcaparras, el salmón y el cebollino hasta que tengas una mezcla bien integrada y homogénea.
Para armarlas, abre un espacio en el centro con una cucharilla y rellena con esta mezcla. Colócalas en una fuente y llévalas al frigorífico a enfriar durante 1 hora.
Cuando vayas a servir tus alcachofas rellenas frías puedes colocarlas sobre una base de hojas de lechugas y decorar con perejil picado, o servirlas en un plato con un poco de piñones para aportar un toque crujiente, tú decides. ¡Qué aproveche!