En una olla bien grande calentamos bastante agua a fuego medio hasta que empiece a hervir.
Mientras el agua hierve, pelamos y lavamos bien las patatas. Una vez hierva el agua, las echamos dentro para cocerlas durante unos 20 minutos. Antes de sacarlas, comprobar que las patatas estén tiernas.
Una vez estén listas las sacamos y escurrimos bien en un colador para que suelten todo el agua. El agua con el que hemos hecho las patatas no lo tiramos porque lo vamos a necesitar.
Chafamos bien las patatas con un tenedor, en un bol por ejemplo, aprovechando que están blanditas y calientes. Una vez estén todas bien chafadas añadimos 25 gr. gramos de mantequilla y 30 gr. de levadura y lo removemos todo hasta conseguir una buena masa.
Ahora es el momento de añadir ¼ de harina, 150 mil. de leche y un poco de sal. Lo amasamos todo con una espátula hasta conseguir que todos los ingredientes queden bien mezclados.
Dejamos que la masa se fermente durante más o menos una hora, tapando el bol con un plato. Pasada la hora, esta habrá subido. La mojamos un poco con el agua sobrante de cuando calentamos las patatas para que se ablande y sea más fácil moldearla.
Ponemos un buen montón de aceite a calentar. Mientras tanto cogemos pedazos de la masa y hacemos bolas justo en el centro. Cuando el aceite esté caliente las echamos dentro para empezar a hacerlas. No echar muchas para que de ese modo no se peguen cuando se inflen.
Cuando estén doraditos, será el momento de retirarlos de la sartén. Colócalos sobre un papel para que así vayan soltando la mayor parte del aceite.