Cogemos una rebanada de pan de molde, y si es con corteza, le quitamos esta primero. A continuación vamos a intentar estirarla todo lo posible para lo que usaremos un rodillo de cocina.
Cuanto más fino quede el pan será mejor, porque luego va a ser más fácil de enrollarlo con el queso y el jamón cocido, por eso es recomendable esmerarse en ese paso.
Lo siguiente que haremos es colocar una loncha de jamón cocido y otra de queso sobre la rebanada de pan de molde. Tenemos que procurar que queden lo más unidas que podamos al pan, así que apretaremos contundentemente con las palmas de las manos.
Ya podemos dar forma al primer flamenquín, para lo cual lo iremos enrollando con cuidado. Una vez que hayamos preparado este primero, repetimos todo el proceso para hacer ocho flamenquines. Ponemos a precalentar el horno a 200 ºC.
Batimos los dos huevos en un plato hondo hasta mezclar completamente la clara con la yema. Echamos el pan rallado en otro plato y pasamos uno a uno los flamenquines por ambos platos, primero por el huevo y luego por el pan. Los vamos colocando en una fuente apta para hornear o en la bandeja del horno.
Para que los flamenquines queden bien crujientes y con buen aspecto, vamos a intentar que queden bien impregnados tanto del huevo como del pan rallado. De otra forma el rebozado se puede estropear al asarlos.
Introducimos la bandeja o la fuente en el horno y dejamos que se haga durante aproximadamente veinte minutos. El tiempo es orientativo, tenemos que comprobar básicamente que el rebozado ya está doradito, sin llegar a quemarse.
Apagamos el horno y retiramos los flamenquines horneados. ¡Ya están listos para comer! Te recomendamos que los sirvas muy calentitos, que es como están más ricos y crujientes. ¡Seguro que te van a encantar! ¡Buen provecho!