Para preparar correctamente esta receta, hay que tener en cuenta algo muy importante: se precisa que los garbanzos estén muy tiernos. Para ello los pondremos en remojo en un cuenco con agua toda la noche, para que se vayan ablandando mientras nosotros descansamos y los tendremos listos para el día siguiente.
Nos ocupamos ahora del resto de ingredientes: pelamos los dientes de ajo y los picamos bien. La cebolla la pelamos, y antes de cortarla recomendamos lavarla un poco en agua para que no lloren tanto los ojos. La troceamos en trozos pequeños. Todo esto lo agregamos a un cuenco.
Colamos y escurrimos los garbanzos, que también vamos a colocar en el cuenco. Remover un poco para que los ingredientes queden bien dispersos.
A continuación añadimos las especias al gusto: sal, pimentón, comino y perejil. Usando la batidora, o una trituradora, tenemos que lograr unificar todos los ingredientes en una especie de mezcla homogénea. Cuando esté lista, comprobad el punto de los condimentos. Si veis que necesita más, pues agregad más especial al gusto. Podéis añadir también pimienta si lo preferís.
Con la crema lista, la metemos en la nevera (sin cubrir) por alrededor de unas 2 horas, para que repose bien.
Encendemos el horno ya a 160º C cuando falte poco menos de unos diez minutos para sacar la crema.
Ya lista, la sacamos y con una cuchara iremos cogiendo trocitos que iremos unificando en uno solo, dándole la forma que más nos guste. Recomendamos que sea forma de bolas o de pastas rectangulares para que se hagan mejor. Las iremos colocando en una bandeja según las vamos preparando hasta acabar con la masa.
Ahora las enharinamos o las empanamos, como más guste. Cogemos una bandeja apta para hornos en la que pondremos un papel especial para horno, de este modo nuestro plato no se pegara. Ahora repartimos los falafel que hemos preparado, los bañamos con un poco de aceite y al horno por unos 20 minutos, hasta que estén bien dorados.