Vuelca la nata y el azúcar en una olla y ponla al fuego a potencia media. Mueve sin parar hasta que el azúcar se disuelva y, en cuanto esté listo, déjalo enfriar.
Echa las claras de huevo en un bol y bátelas. En cuanto estén, pásalas por un colador y ponlas junto con la nata y el azúcar. Mezcla y pasa el contenido de la olla a los moldes pequeños para panna cotta que tendrás que poner en una fuente apta para horno.
Pon el horno a precalentar a 180ºC y llena una olla con agua. En cuanto rompa a hervir, échala sobre la fuente pero presta atención para que no te caiga sobre ninguno de los vasos que contienen la nata y el huevo. Llena la fuente hasta que cubra tres cuartas parte de los moldes.
Baja la potencia del horno a 130ºC y mete la fuente. Espera una hora y, transcurrido este tiempo, saca uno de los vasos con cuidado. Si lo mueves y la panna cotta tiembla un poco, es que está lista.
En cuanto se enfríen, tienes que pasarlos a la nevera y dejarlos, como mínimo, cinco horas. Después, a la hora de servirlos, solo tendrás que ponerle por encima la jalea de mango y cortar unos trozos de fruta. ¿Ves que fácil? ¡Tu panna cotta sin gelatina está exquisita!