Lo primero es limpiar bien los membrillos, pelarlos y córtalos en trocitos tan pequeños como sean posibles, quitándoles todo lo del centro y las pepitas para que sea mucho más fácil hacerlos.
Vierte el zumo de limón en un cuenco y pon el membrillo, dejando que se ablanden por unos 10 – 15 minutos.
Cuela los membrillos y ponlos a cocer en agua por unos 30 minutos hasta que queden más blandos todavía.
Pasado ese tiempo, cuela los membrillos, escúrrelos bien y échalos en un bol junto con el edulcorante líquido. Empieza a machacar hasta que veas que se forma una pasta homogénea sin grumos, que cada vez irá cogiendo un mejor color. Si te cuesta mucho machacar, pásalo todo por la batidora un par de minutos.
Unta un tupper o el molde con aceite de oliva y vierte el contenido el membrillo, esparciéndolo bien. Deja que se enfríe un poco a temperatura ambiente.
Mete el tupper en la nevera y deja que repose unas 24 horas para que tenga mejor cuerpo y más consistencia.