Para que está receta salga perfecta, por mucho que nos pese, los carácoles hay que dejarlos sin comer durante una semana.
Lavamos bien los caracoles, uno a uno, con agua del grifo, quitándoles toda la porquería que tendrán en la concha.
El horno vamos a encenderlo ya a 200º C para que se vaya calentando.
Los ponemos en una bandeja para hornos, boca arriba mirando al cielo, y los bañamos en aceite, poniendo bastante pero asegurándonos de que no queden flotando. (Si tenéis problemas para ponerlos boca arriba, porque seguramente alguno se dará la vuelta, poneros sal en las manos y de este modo se esconderán y no os darán problemas).
Con todos los caracoles boca arriba y listos, esparcimos sal tanto como os guste, seguido de un vaso de whisky o coñac.
Los metemos al horno durante tres minutos. Pasado ese tiempo los sacamos y vertemos un vaso de agua. Como los caracoles están soltando la baba, el agua nos ayudará a que los caracoles no se quemen. Luego pimentamos al gusto y de nuevo para dentro.
Dejamos hacerse por alrededor de un cuarto de hora, hasta que veamos que la carne se dora.
