Para empezar, exprime las dos naranjas hasta extraer su zumo. Si son grandes obtendrás la cantidad suficiente que necesitas pero, de no ser así, exprime las naranjas que necesites hasta que consigas llenar un vaso de agua.
En un bol, bate los huevos y añade el zumo de naranja recién exprimido. Mézclalo hasta que quede uniforme y a continuación, sin dejar de batir, vierte el aceite. Utiliza una cuchara de plástico o de madera para moverlo hasta que logres mezclarlo bien.
Tamiza la harina y, cuando lo hayas hecho, añade la levadura. Con ayuda de una cuchara, remueve ambos ingredientes hasta que consigas lograr uno solo.
Ahora tienes por un lado los huevos, el zumo y el aceite y, por otro, la harina y la levadura. Es hora de mezclarlo todo. Tienes que ir añadiendo poco a poco la harina y la levadura al otro bol. Cuando termines de hacerlo, bátelo hasta que se haya formado una masa lo suficientemente sólida como para trabajarla con las manos.
Cúbrete las manos con harina para evitar que la mezcla se te pegue cundo la amases. Manipúlala durante un par de minutos hasta que consigas darle aspecto de pelota.
Cubre esta pelota con papel transparente y déjala reposar en la nevera o en un lugar frío durante un par de horas.
Cuando la mezcla ya haya reposado el tiempo necesario, es hora de hacer las rosquillas. Calienta el aceite de oliva y mientras esperas a que esté listo, ve formando las rosquillas poco a poco con las manos. El procedimiento es sencillo; con una cuchara de sopa coge un poco de la masa y forma un rollo con ella. Cuando lo hayas hecho, junta ambas esquinas del rollo para conseguir darle forma de rosquilla.
Cuando el aceite esté caliente, añade las rosquillas que hayas hecho y, mientras fríes unas, ve preparando las otras.
Para que se frían bien las rosquillas, tienen que estar cubiertas de aceite. Cada rosquilla debe estar en la sartén entre tres y cinco minutos, hasta que veas que están crujientes. Es preferible que vayas poco a poco y que no llenes la sartén de rosquillas porque, de lo contrario, se pegarán entre si.
Una vez que estén listas, ponlas a reposar en una bandeja con papel de cocina hasta que pierdan el aceite que les falta. Antes de servirlas, échales el azúcar por encima para conseguir un sabor más dulce.
¡Ya están listas! Ahora vas a poder probar este postre de toda la vida de una forma diferente.