Tener mala uva es un descalabro, hoy día la técnica ha mejorado tanto, que al final el fruto de la vid y las cepas determinan la calidad de un buen vino.
En los últimos años se ha experimentado un cambio que ha favorecido el interés por la viticultura. Mientras que los enólogos clásicos no pisaban el campo para elaborar el vino, en la actualidad se ha estrechado la relación entre el viticultor y el enólogo.
De una uva buena se puede obtener vino bueno o malo, aunque lo habitual sería obtener un buen vino. Sin embargo, de una uva mala se extrae un vino malo. La enotécnia, es decir, las técnicas que se utilizan para elaborar vino, pueden ser las mismas en distintos países, de la misma forma que hay muchos tipos de prensas de vino que tienen impacto en la fermentación del vino. La viticultura, por el contrario es más heterogénea, aporta más variedad y es más difícil de copiar.
El binomio de la uva y el vino es claro, sólo se consigue buen vino de una uva buena.
Ante esta nueva situación, aparece la necesidad de incentivar al viticultor para producir uva de calidad. Sin embargo el concepto de calidad varía según las modas y está relacionada con el tipo de vino que se quiere elaborar. Habitualmente los vinos buenos son aquellos de mucho color y estructura, mientras que hace doscientos años se valoraban más los clareteso los blancos.
Por uva de calidad se entendería uva sana, madura (relación azúcar-acidez) y aquella con una composición química adecuada.
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