La magia de comer un arroz en Valencia

Cuando fui a Valencia a pasar el día no tenía ni idea de dónde comer, pues poco me conozco la ciudad, pero sé que es una ciudad en la que si uno quiere irse contento tiene que comer una de sus fantásticas paellas. Un amigo me recomendó acudir al restaurante Pilsener, pues había ido con su mujer a celebrar allí su aniversario y le encantó.

Al entrar nos sorprendió mucho la elegancia del lugar. Se respiraba confort y nos llegaba un sabroso aroma a marisco de uno de los platos de una de las mesas. Tras llevarnos a nuestra mesa, el camarero nos comentó cuáles eran las especialidades del restaurante, aparte de darnos algunas recomendaciones.

Tras pedir, claramente queríamos saborear la paella que tanta fama tenía en la región, le pedimos al camarero que nos recomendará un buen vino para acompañar la comida. Nos indicó varios y tras elegir uno, solo tuvimos que esperar hasta que llegará nuestro plato. Una de las cosas que más me molesta cuando voy a comer fuera es el ruido de la gente al hablar. Se puede hablar, claro, pero no hace falta que se entere todo el restaurante que es lo que estás diciendo. Pues eso es una de las cosas que me encantó del Pilsener, que había más gente aparte de nosotros y no los oíamos. Sabíamos que hablaban porque se oían como susurros, pero no molestaba para nada.

Nos fueron trayendo los platos, y menudos platos. Decir que todo estaba de muerte puede parecer de mal gusto, pero así es. Lo que más nos gustó sin lugar a dudas fue su paella valenciana. El arroz estaba justo en su punto, ni muy seco ni muy meloso, y te inundaba la boca de una increíble mezcla de sabores de los ingredientes que habían usado para prepararlo.

Otra de las cosas que me molesta mucho al ir a comer fuera es que el camarero esté todo el rato pendiente a ver cuándo puede llevarse los platos. En nuestro caso, solo pasó un par de veces para ver si todo estaba a nuestro gusto y queríamos alguna cosa más, nunca nos metieron presión alguna.

Terminada la paella ni siquiera pudimos con un postre, porque estábamos tan llenos que no podríamos tomar nada más. Fue un trato tan exquisito como la comida que sirven, a un precio inmejorable en comparación con otros restaurantes de mi zona a los que he ido y he tenido que estar incómodo mientras aguantaba los gritos de la gente con una comida que dejaba muy poco que desear. Es una experiencia que espero volver a repetir pronto.

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